viernes, 11 de octubre de 2013

Tortugas y cronopios



Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural.   Las esperanzas lo saben, y no se preocupan.  Los famas lo saben, y se burlan.   Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga,  sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Hoja en Blanco

















Bajé al mercado y traje
tomates diarios aguaceros
endivias y envidias
gambas grupas y amenes
harina monosílabos jerez
instantáneas estornudos arroz
alcachofas y gritos
rarísimos silencios

página en blanco
aquí te dejo todo
haz lo que quieras
espabílate
o por lo menos organízate

yo me echaré una siesta
ojalá me despiertes
con algo original
y sugestivo
para que yo lo firme

Mario Benedetti

viernes, 2 de noviembre de 2012

Decálogo de un Diseñador

El diseño y el diseñar son mis modos de vida.
Trabajo en el mundo de las certezas con incertidumbres y en la esfera de las incertidumbres con certezas.
Trato de hacer visible lo invisible y cierto lo incierto
Trabajo con certidumbres y obtengo resultados, trabajo con incertidumbres y obtengo resultados inesperados.
Pregunto el porqué del porqué y el porqué del porqué del porqué.
Hago como hacen los bebes en su fase de descubrimiento, miro el mundo al revés: flexionando el cuerpo y poniendo la cabeza entre las piernas descubro que puedo mirar el mundo desde otra perspectiva.
Porque aquí lo fundamental no es mirar u observar, sino aprender a ver con la totalidad de los sentidos.
Debo influir en mi pensamiento creativo para lograr, al final, un pensamiento flexible.
Tengo que enfrentar y vencer mi educación formal-oficial con modos y técnicas menos ortodoxas para desaprender lo aprendido.

Y me pongo en problemas... y me pondré en situaciones problemáticas, preguntando y repreguntando.
Así es como se logra pensar el Diseño, con lo cierto y lo incierto, con lo tangible e intangible, con lo real y lo imaginario, con lo concreto y la abstracción, con la cosicidad de la cosa, lo que hace que algo sea eso y no otra cosa.
Porque creo que sin emociones, sin emocionarnos, sin sentir ese placer orgásmico no es posible entender y menos sentir el diseño.
Porque si no hay compromiso es poco probable aprender, no sirve ni la tecnología de última generación, ni las técnicas de creatividad, ni los métodos autoritarios ni los democráticos; si no hay disposición para hacer, para conocer, para experimentar, para dejarse ser, no hay compromiso.
ES POR ESO QUE DECRETO QUE NADA ESTARÁ OBLIGADO NI PROHIBIDO, TODO SERÁ PERMITIDO, INCLUSIVE JUGAR CON RINOCERONTES Y CAMINAR A CUALQUIER HORA DE LA VIDA.

Arq. Alberto O. Bonada
Extraído de su Propuesta Pedagógica
Octubre de 1999
Imagen: TYPEWEAR

domingo, 28 de octubre de 2012

"Diseñar una naranja"


Se pregunta Bruno Munari en El arte como oficio si puede establecerse un paralelo entre los objetos proyectados por el diseñador y los producidos por la naturaleza; razonando sobre algunos objetos de la naturaleza —por ejemplo, una naranja— en el idioma del diseño se pueden descubrir cosas interesantes:

El objeto está formado por una serie de continentes modulados en forma de tajada, dispuestos circularmente en torno a un eje central vertical, al cual cada elemento apoya su lado rectilíneo mientras que todos los lados curvos, vueltos hacia el exterior producen, en el conjunto, una suerte de esfera. El conjunto de estas tajadas o gajos está envuelto en un embalaje bien caracterizado, tanto desde el punto de vista de la materia como el color: bastante duro en la superficie externa y revestido con un acolchado mórbido interior, de protección entre el exterior y el conjunto de los continentes.

Todo el material es de una misma naturaleza en su origen, pero se diferencia oportunamente en cuanto a la función. Cada continente, a su vez, está formado por una película plástica, suficiente para contener el jugo pero bastante maniobrable en la descomposición de la forma total. Cada gajo se mantiene unido por un adhesivo muy débil.

El embalaje, cual hoy se hace, no ha de devolverse al fabricante, sino que se puede tirar. Cada gajo tiene exactamente la forma de la disposición de los dientes en la boca humana, por lo cual, una vez extraído del embalaje, puede apoyarse entre los dientes y, con una ligera presión, romperlo y extraer su jugo. Los gajos contienen, además del jugo, pequeñas semillas de la misma planta que engendró el fruto: un pequeño homenaje que la producción ofrece al consumidor en el caso de que éste quisiera tener una producción personal de tales objetos. Obsérvese el desinterés económico de semejante idea, y, por el contrario, la ligazón psicológica que se forma entre consumo y producción: nadie, o muy pocos, se pondrán a sembrar naranjas, pero el ofrecimiento de esta concesión, altamente altruista, la idea de poderlo hacer, libera al consumidor del complejo de castración y establece una relación de confianza autónoma recíproca.

La naranja, por esto, en un objeto casi perfecto en el que se encuentra la absoluta coherencia entre forma, función y consumo. También el color es exacto; azul sería enteramente equivocado. La única concesión decorativa, si así puede decirse, es la búsqueda «matérica» de la superficie del embalaje, tratada como «piel de naranja». Acaso para recordar la pulpa interna de los gajos. A veces, un mínimo de decoración, perfectamente justificado, puede ser admitido.